martes, 23 de febrero de 2016

EN EL 40 ANIVERSARIO DE LA EDICIÓN DE LAS OBRAS COMPLETAS DE PANCHO GUERRA.

EN EL 40 ANIVERSARIO DE LA EDICIÓN DE LAS OBRAS COMPLETAS DE PANCHO GUERRA.

EL CARNAVAL, VISTO POR PANCHO GUERRA

 
Por Pedro J. Franco López.

Artículo publicado por "La Provincia" el sábado, día 20 de febrero de 2016.

Compendio de dos andanzas carnavaleras de Pepe Monagas.
 


 Fue en 1976, y por ello, se cumplen 40 años, cuando se publicaba el Tomo I de las Obras Completas de Pancho Guerra, por  el Plan Cultural de la Mancomunidad de Cabildos de Las Palmas y el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana. 

Aquella edición, dirigida por Agustín Millares Carló, (ahora mismo, de coleccionistas) constaba de cuatro tomos, dibujos de Felo Monzón, Eduardo Creagh y Eduardo Millares (Chó-Juaá), y fueron apareciendo entre los ejercicios de 1976 a 1978.

Como no podía ser menos, Pancho Guerra, "El más alto representante de la literatura popular canaria de todos los tiempos”, como se le denomina en el documento de Yolanda Arencibia: “Pancho Guerra o el amor a lo propio”, también dedicó su pluma a la más popular de las fiestas canarias: El Carnaval y, para ello como siempre, echa mano de su personaje de ficción: Pepe Monagas.

Y, como las fechas mandan a pesar de que hayamos entrado en Cuaresma, recurrimos al primero de los tomos "Los Cuentos famosos de Pepe Monagas" y nos encontramos dos historietas relacionadas con el Carnaval:  "De cuando Pepe Monagas le destupió el "vate colose" a un inglés en Lunes de Carnaval" y "De cuando Pepe Monagas se disfrazó".


En la primera de ellas, en las que ya Pepe Monagas empieza a "turistear" e "internacionalizarse", haciendo alusión al turismo inglés, decía así hablando de la Fiesta:

"aquello era el disloque, sin exagerar tanto así (...) la batahola callejera, que llevaba y traía mareas de gente ensabanada, o vestida con camisones de dormir del tiempo del Pendón y rengues de esos baúles llenos de maripositas que hay en los cuartillos de la azoteas de cada casa, solía aparecer de pronto el grupo de templarios de buen humor, que se ataviaba con los trapos más absurdos de este mundo y los elementos más imprevistos: collares de ajos y cebollas, calabazas, ratones atados y decorando un sombrero antiguo de señora, jaulas con un báifo dentro... que pegaban a pizquiar a la prima noche del sábado y ya no soltaban la chispa hasta el Miércoles de Ceniza, después de las doce dadas por la Catedral. ".

 Y, en el desarrollo de la historia, nos cuenta que: Cierto lunes de Carnaval, estando Monagas metido en farra hasta las mismas corvas, pasó algo en cierta casa inglesa de la localidad, que le interrumpió a mi compadre el tenderete y que dio ocasión a uno de sus mejores golpes.

Resulta de ser que se le tupió el excusado, retrete o "vate colose", como decía Pepe cuando se ponía fino, a un inglés radicado en la ínsula y bien agarrado a ella por su boda, sus negocios y el gusto que le cogió al temple propio de nuestro clima. Las criadas metieron unos palos, alguna verguilla torcida y tal, jurgaron y nada. Trancado, como si de tunos se tratara. Pegó a correr el mal olor y a invadir la casa, que hasta una criada bobona de la cumbre que tenía lo notó. Y ello ya era el colmo de la "apeste", como la sirvienta decía con la nariz como una papa de riñón:

-Sale ousté a la calie e busca oun hombri qui sepa elli destoupigrrr la retretou-, ordenó el Míster a una sirvienta, que era del Risco ella.

Se tropezó a los diez pasos con mi compadre, que pasaba con un requinto atravesado, los ojos en blanco y un gusto de juerga en la boca como un lamedor. Ella sabía que Pepito era bien amañado y le habló

¿Qué dises tú? ¿Hoy, lunes de Casnaváa, y como yo estoy a limpiá retretes...? ¡Tú te has jas vuerto loca?

Ande, cristiano, no sea majaero, y se gana unas perritas, mire que es ca ingleses...

Monagas se animó, fue, jurgó, metió manos, largó agua, volvió a jurgar... y al fin jaló por la cadena y el agua corrió que daba gusto. Se lavó y tal.

¿Couanto esss...? preguntó el inglés. -Pos...-Monagas se rascó el cogote-. Deme estooo... deme siete duros y no tiene naa que desüi...

Whot?, resolló el míster pegado a la pared. Y es que eran siete duros de entonces-. ¿Y disa ousté que yo no tieni nagda que desiiir. Eso es moucho carrísimo, absoloutamenti.

Monagas se picó: ¿Cuálo dise usté...?; luego cogió calma y dijo, para justificar debidamente el precio:

Es que usté no se jase cargo, miste, que hoy es lune de Casnaváa, y que ésa, dispensando el móo de señalar, era caca inglesa?.
*
 Y el segundo de los cuentos, "De cuando Pepe Monagas se disfrazó", extraemos los siguientes párrafos:

"Los carnavales, (...) los corría mi compadre Monagas con el trapo tan suelto y margullando en una chispa de tan mala manera, que cuando abicaba en el catre el miércoles de ceniza, después de churros, caía como la Bella Durmiente. Ni el hambre, ni el cañón de las doce, ni una elevada en el Portón lo sacaban del estado de tronco de olivo en que entraba. En una maravillosa demostración de euforia y resistencia, Pepito pegaba un mes antes de las carnestolendas "para ir haciendo boca" y acababa el día de la Ceniza como un cesto de fruta de esos que se olvidan en el depósito del coche de horas".

Todos los años Monagas se ponía un disfraz único y estupendo. En la época gloriosa de Ursula López, se vistió de Ursula López y cantaba en la Plazuela, exprimiéndose previamente junto a los ojos un pedazo de cebolla peleona, aquello tan famoso de "Mira, niño, que la Virgen lo ve todo, y que sabe lo malito que tú eres..." Otra vez se puso unos cuernos de goma, se encasquetó a la espalda un caparazón imitando el de un caracol, y se empaquetó luego con traje de etiqueta, sombrero de siete pisos y corbata de ceremonia. Se había disfrazado de "chuchango compuesto".

Un Martes de Carnaval, entró Pepe Monagas en el Café Triana y había perdido toda vestimenta festiva, pero conservaba, eso sí, su ropa de diario y la chispa. Entre gritos, abanazos, codazos y vaivenes pasó la entrada y se aflojó sobre una silla vacía del pasillo. Estaba en una de esas fases mudas de las grandes tajadas, cuando sólo hablaban la actitud o el gesto.

De pronto se animó un pizco y se incorporó otro pizco. En su cabeza turbia cogió cuerpo la idea de improvisarse un disfraz original y comodísimo.

-¿Por qué no se va usted a molestar al barranco?

Con un dedo que intentaba, fluctuante, inseguro, ordenar silencio, Pepe inició la réplica

-Ssss... Yo estoy bien asquí... ¿No estamos corriendo los casnavales...? Pos yo soy una máscara. Y listón.

-¡Jabón suasto es lo que es usté!-chílló una gorda, a la que estaban refrescando con agua de San Roque.

-Por ay vas bien, Michelína-, susurró Monagas.

-¡Cáyese, peaso de indesente, mejó se fuera a dormí¡!
  
-¡Bueno, bueno, se acabaron los abusos!-, gritó el dueño, dando una patada en el suelo y alcanzando en un callo a uno de los cotorrones, que también cayó en la cama porque era un callo antiguo y como una aceituna del país, y por eso casi tan malamañado como una puntada en la rabadilla.

-¡Se acabaron los abusos ha dicho! Usted se va a la calle.

-¡Sss... ! Calma y tabaco, Nicolás... Déjese dir, que estamos en un establesimiento público y ya sabemos os derechos del suidadano. ¡ Que yo soy federáa de toa la vía!, ¿ oyó? Y a mí atropellamientos de la suidadanía, no. ¿Tamos? ¡Ah, ya!

-Pero bueno...

-Ni bueno ni malo. Esto es un baile de máscaras, y yo soy una máscara.

-¿Cuándo aónde es usté una máscara? ¡Miá pa allá!-chilló la gorda.

-¿Cómo cuándo aónde? ¿No me ve disfrasao?

-¡Disfrasao! Miá qué cara...

-Disfrasao, sí, señora... Disfrasao de cáscara de plátano...